15 de octubre… día para el recuerdo


«El poema más triste
Ya está escrito.
Empieza después de ti
y nunca se acaba.»
Maria Leach.
La muerte gestacional y perinatal lleva a atravesar un duelo complejo, un duelo que podríamos definir como indescriptible e inenarrable, un duelo profundo, silenciado, negado.
La muerte gestacional y perinatal es la que se produce en el Embarazo, parto y en los primeros días tras el parto. Técnicamente se habla de muerte perinatal a partir de la semana 22 de gestación, extendiéndose a la semana de vida; y podemos hablar de la mortalidad neonatal tardía que se extiende de los 7 a los 28 días de vida.
Pero más allá de definiciones técnicas, más allá de tiempos, pesos, y otras consideraciones; hablamos de la muerte de un hijo, con el dolor y vacío que este deja para siempre; pues con su muerte se desvanece algo más que su vida, se van proyectos, deseos, ilusiones… planes de futuro.

«No se puede describir lo que sientes cuando ingresas en obstetricia con tu hijo en tu vientre, y sales días después con mucho amor dentro, pero los brazos sin tener un hijo que acunar».

«Algo te hace pensar que las cosas no van bien; pero te aferras a un rayo de esperanza, se desvanece… te quedas rota de dolor, y parece que nadie lo puede comprender».

Si pensamos en un embarazo, lo hacemos asociándolo a la llegada de una nueva vida, pensamos en la ilusión, la alegría, la felicidad con la que las madres y padres se imaginan con su hija o hijo.

Pero la realidad es que, a veces estas vidas no llegan, se van demasiado pronto, dejando en sus madres y padres un vacío profundo.

Así, con la muerte de este bebé, muere un proyecto de vida, dando comienzo a un duelo, particular y único, que se caracteriza por:

Es un duelo Silenciado

Es un duelo Desautorizado

Es un duelo Minimizado

Es un proceso, pero se le hace ver como un estado

El duelo por la muerte de un hijo que no ha nacido, en muchas ocasiones, no cuenta con el reconocimiento de los demás. No ha habido un bebé, una vida, una despedida, un entierro; no hay fotos, no hay recuerdos…

Realmente… no hay recuerdos?,…, los hay, esa madre, ese padre,… si tienen recuerdos de y con su hijx; puede que no haya fotos, puede que no haya entierro, puede que incluso no haya nombre, pero en cualquier caso la imagen de ese bebé soñado, pensado, sentido está y estará siempre presente en su corazón.

Hoy, día para el recuerdo, es importante que no olvidemos que como sociedad, como profesionales, tenemos mucho que hacer.

Como profesionales debemos:

Atender a estas familias con sumo y exquisito cuidado; acompañando desde la empatía.

Propiciar climas y entornos seguros, donde sentir, dónde expresar sin miedo al juicio, sin prisas, sin tabúes.

Facilitar el conocimiento y despedida de sus bebés; sabemos que ver, tocar, abrazar, en definitiva, sentir y despedirse, tiene un potente efecto integrador y reparador.

Brindar no sólo los medios técnicos, si no los humanos, que al final, son los más necesarios. Una palabra cálida, un abrazo, un silencio si no sabemos que decir.

Cuidar y sostener, pero sin olvidar de cuidarnos a nosotros mismos. Atender un parto de un bebé que fallecerá o ha fallecido no es tarea sencilla; llevar terapias de duelo perinatal, necesita de un adecuado descanso y cuidado personal.

Visibilizar y ayudar a dar voz a estas familias, tenemos el conocimiento, tenemos los medios.

Como sociedad tenemos que:

Empatizar y huir de frases hechas, por miedo o desconocimiento, pero que al final hacen más mal que bien.

Respetar el dolor de estas familias, aunque nos asuste por duro, o no comprendamos. Una madre que ha despedido a su bebé, no necesita oír que es «joven y tendrá más», necesita llorar al que ya no está.

No tener prisa, por mucho que nos duela ver a esos padres y madres sufrir, el duelo no es un estado, es un proceso, como tal debe seguir su cauce, con sus tareas y sus momentos.

Por poco tiempo que haya durado, el tiempo que han compartido ha estado lleno de emoción, de sentimiento, de amor. No hay nada más duro que decir adiós a la vida cuando esperabas recibirla.

Mi bebé ha muerto.

No me digas que es para mejor, o que las cosas pasan por una razón.

Mis sueños y mi futuro están enterrados con ella.

Esta impensable, inexplicable tragedia se ha vuelto mi realidad.

Nunca seré quien una vez fui.

Mi bebé ha muerto.

No intentes consolarme con palabras mortales o con delicias espirituales.

Nada más importa. La amarga estación de hielo que enfrento no puede sanar

Con curitas o con un beso

Así que por favor no trates de quitar mi dolor. Es todo lo que queda.

Es la única emoción que puedo sentir.

Y no preguntes por mi condición.  No puedo contestar palabras vacías.

Mi bebé ha muerto.

Pero como el mundo continúa en completo olvido, por favor detente un momento

No me impulses a abandonar su memoria. Ofrece tu bondad

Habla a mi alma con palabras suaves. Imparte condolencia con ojos compasivos

Porque su vida merece mi dolor ¯ y tu recuerdo.

Mi bebé ha muerto, pero no en vanidad sinsentido.

Permítele a ella llevarte más cerca de aquellos a quien amas.

Descubre a través de su existencia lo verdaderamente frágil de la vida.

Comparte conmigo su recuerdo. Su nombre es Cheyenne.

 1996, Joanne Cacciatore

Con profundo respeto, cariño y agradecimiento a todas y cada una de las familias que he tenido el privilegio de conocer y acompañar en su proceso de duelo.

Con el más sincero cariño a todos y cada uno de los bebés que se han ido demasiado pronto.

Jesica Rodriguez Czaplicki

Psicóloga G2888

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