La maternidad es un momento de crisis vital para las mujeres (y para toda la familia), un cambio en el esquema de vida, un proceso que se va desarrollando ya desde el inicio de la gestación y que supone una adaptación a un nuevo rol, a una nueva identidad; la identidad materna.
Durante el período del embarazo, la mujer va atravesando por importantes cambios a nivel físico, psicológico, fisiológico, social y familiar; todos ellos encaminados a configurar esa identidad maternal; que tendrá la máxima expresión con la llegada del bebé.
En todo este proceso, la mujer debe ir haciendo una adaptación emocional, y vital a esa nueva etapa de su vida; sea el primer hijo, o si ya ha sido madre, pues cada embarazo y maternidad supone una nueva crisis adaptativa.
Ya durante el embarazo se vienen produciendo un serie de procesos neurobiológicos importantes, las hormonas juegan un papel crucial en la preparación y desarrollo físico del embarazo, pero también en el emocional, en la psique materna. Y es precisamente en el parto, donde entra en juego un complejo entramado hormonal, que no solo desencadenará el mismo, si no que regulará a la madre para recibir a su bebé.
Pero más allá de las hormonas, de los aspectos puramente biológicos; tenemos que considerar todos esos aspectos internos psicológicos y los aspectos más externos, sociales y culturales que están presentes en el nacimiento de una madre y un hijo o hija.
Sabemos que el puerperio inmediato, ese que tiene lugar tras el nacimiento y dura dos horas tras el parto, es clave en el establecimiento del vínculo, en la regulación de madre y bebé, es el Período Sensitivo, que debe ser un espacio absolutamente protegido y respetado, de intimidad, de piel con piel; pues es la transición a este lado de la vida para la nueva criatura, y de necesidad de contacto para ella y la madre. Mamá y bebé se acompasan, surgiendo una sincronía materna-filial que les acompañará durante años.
Tras este momento inicial, tras el nacimiento se sucede una adaptación. La Adaptación Maternal, que Reva Rubin divide en tres etapas:
–Aceptación: es la primera de ellas y tiene lugar hora so días tras el parto, hay una intensa atención sobre sí misma y un cierto agotamiento, en el cual se deja «guiar» en el cuidado del bebé, y forma una «película» de su experiencia de parto al reflexionar sobre él.
– Apoyo: la madre se centra cada vez más en su bebé, pero sigue necesitando el apoyo de los otros y otras; es una etapa de gran receptividad.
– Abandono: en torno al sexto o décimo día tras el parto, la madre te define su rol materno, comienza a ver a su bebé como un ser dependiente pero separado de ella; comienza a integrar al bebé real frente a ese bebé soñado que esperaba… aquí puede aparecer el llamado «Baby blues»
Ya ha aparecido el primer término que asociamos a la tristeza de una madre reciente, el llamado «Baby Blues», presente aproximadamente en un 80% de las madres, que no es patológico y que remite por sí mismo alrededor de las 2 semanas. Se beneficia muy bien del apoyo social y familiar, y es resultado de la adaptación al rol maternal. Se considera que está mediado por cambios hormonales, y factores psicológicos y sociales.
En este estado de tristeza puerperal o baby blues, la mujer puede experimentar un cansancio excesivo, sentimientos de vulnerabilidad, llantos, decaimiento… todo ello fruto de su nueva etapa vital, de las demandas del bebé, de la preocupación ante la demanda de cuidado.
Los síntomas del baby blues, no son de alta gravedad, y remiten por sí mismos al poco tiempo; no requieren de intervención psicológica, pues no hablamos de una patología como tal.
Frente a este estado, que ya identificamos como no patológico, tenemos la Depresión Posparto o Depresión Puerperal; que afecta en torno al 20% de las mujeres, y cuya gravedad si requiere de atención especializada, incluso a veces con psicofármacos.
Si bien se considera que el momento de inicio de la depresión posparto es en torno a la 4º semana tras el parto, y su duración es mayor a las seis semanas; desde la salud mental perinatal y gracias a los últimos estudios, establecemos la denominación de depresión perinatal; pues pueden aparecer síntomas ya durante la gestación; o incluso cerca del año tras el nacimiento del bebé. Así, las últimas clasificaciones hablan de inicio en el «periparto«, tras la constatación de que alrededor del 50% de los casos ya presentan sintomatología durante la gestación.
Este tipo de depresión continúa siendo un tabú, un trastorno que es muy difícil de verbalizar por las madres; ya que choca de lleno con la noción que se tiene de la maternidad, ese estado tan idealizado de felicidad y continuo bienestar; que lleva a que muchas mujeres padezcan el trastorno en silencio, negando su propio dolor, su emoción, por miedo al juicio externo y a no ser consideradas «buenas madres».
Los síntomas que la caracterizan son:
- Estado de ánimo depresivo Y fuertes cambios de humor.
- Insomnio de conciliación o de mantenimiento (aunque pueden aparecer casos de hipersomnia).
- Llanto excesivo.
- Dificultades para relacionarse con el bebé.
- Sentimiento de inutilidad, fracaso y culpa como madre.
- Aislamiento de familiares y amigos.
- Cambios bruscos de apetito, puede dejar de comer, o en ocasiones comer en exceso.
- Irritabilidad y rabia intensa.
- Incapacidad para experimentar placer.
- Inquietud.
- Pérdida de energía.
- Desesperanza.
- Dificultad para pensar con claridad, para concentrarse y para tomar decisiones.
- Pensamientos y temor de hacer daño al bebé.
- Pensamientos de hacerse daño o ideacion suicida.
Esta sintomatología está presente por al menos seis semanas; causa un gran malestar, e interfiere en su desarrollo diario (tanto en su maternidad como en todas las áreas o esferas de su vida).
Distintos autores han intentado dar explicación a las causas de este tipo de depresión, lo cierto es que no hay un único factor causal inequívoco en la misma, si no que parece derivar de un entramado de causas biológicas, psicológicas, sociales y culturales.
Tras el parto se produce un descenso abrupto del estradiol y la progesterona. Otra hipótesis explicativa involucra al triptófano (precursor de la serotonina) y sus bajos niveles al final del embarazo y el puerperio, aunque se elevan en el segundo día tras el parto, en mujeres con DPP, esto no ocurre. Así mismo hay un aumento de la respuesta inflamatoria, elevándose ciertas citoquinas proinflamatorias (IL-1, IL-6 y proteína C reactiva) disminuyendo la concentración del factor inhibidor de las mismas. Las situaciones de estrés provocan un aumento de la respuesta inflamatoria, lo que se traduce en un estado depresivo, el cual a su vez vuelve a incrementar la inflamación.
Otra hipótesis también involucra a la función tiroidea, afectada en el posparto, con frecuencia se presentan estados de tiroiditis pospartum, que no deben ser confundidos con depresión perinatal; pero sí vigilados y descartados.
Culturalmente, en nuestras sociedades occidentales, las madres tienen más riesgo de padecer una depresión posparto. Desde la antropología, se han intentado dar explicaciones a este hecho; y parece ser que la mayor ritualización de este periodo y la transición a la maternidad que se da en culturas menos occidentalizadas; que a su vez brindan un mayor apoyo y reconocimiento a la madre, actuando en forma comunitaria en una relación de ayuda, actúa como protección.
Nuestra sociedad fomenta un modelo de mujer-madre no real, que a los pocos días del parto debe lucir impecable, con un cuerpo que no ha variado, y que debe tener la suficiente energía para volver a la vida laboral y social. Esta presión sobre la mujer, actuará como una fuerte carga, que generará un importante estrés y sentimientos de vulnerabilidad y, en ocasiones, de incapacidad.
Hay una serie de factores de riesgo psicológicos y sociales y familiares que DEBEN ser valorados ya durante la gestación.
A nivel psicológico, sabemos que la historia previa de trastornos depresivos u otros trastornos mentales, una depresión posparto previa, pobres estrategias de afrontamiento, niveles bajos de autoestima o duelos previos, serán factores de riesgo de depresión posparto.
Es preciso considerar también factores sociales y familiares, entre los que destacamos condiciones precarias de trabajo, escaso apoyo y redes sociales, dificultades familiares, problemas económicos; ausencia de pareja o mala relación con ésta.
Es preciso y urgente que durante la gestación, los controles sanitarios consideren la valoración de estos factores de riesgo; a fin de poder actuar de manera preventiva, proporcionando y fomentando un buen cuidado y autocuidado de la madre.
Las consecuencias de la depresión posparto van más allá de la propia mujer, además del devastador efecto en ella misma (siendo causa de alrededor de un 23% de las muertes en el periodo puerperal debido al Suicidio), y afectando también a la criatura que nace. Diversos estudios señalan la presencia de mayores alteraciones de conducta en hijos e hijas de madres que han sufrido depresión posparto, alteraciones del desarrollo cognitivo general, alteraciones del lenguaje, menor CI y dificultades en el aprendizaje. Por último, debemos considerar la presencia de trastornos del vínculo y apego.
Mención aparte requieren las depresiones presentes ya en el embarazo, a las cuales dedicaré un nuevo artículo en breve, ya que su entidad independiente así lo merece; además de ser poco conocidas e infradiagnosticadas, lo que no implica sus severas consecuencias; ya que vemos que la madre presenta unos cuidados de su gestación las pobres, con presencia de conductas que pueden dañar al bebé (tales como uso de nicotina, alcohol o u otras sustancias) y con riesgos importantes para el embarazo y parto tales como: preeclampsia, riesgo de parto Prematuro, bajo peso al nacer o menor perímetro craneal.
Tratamiento de la depresión posparto
Si bien como hemos señalado, los estados de tristeza puerperal, maternity blues o baby blues, no requieren de intervención psicológica, pues no se trata de cuadros psicopatológicos; ante una depresión perinatal es urgente la intervención terapéutica.
Sabemos que la terapia de corte Interpersonal, combinada con psicoeducacion, y psicoterapia grupal ha demostrado ser lo más efectivo.
El tratamiento debe iniciarse ante los primeros signos de alarma, realizando una valoración rigurosa del estado mental de la madre y de sus figuras de apoyo.
Es conveniente valorar la relación con el bebé y las estrategias de cuidado que sigue, siendo beneficioso incluirle en la intervención considerando siempre la importancia de la diada madre-hijo/a.
En caso de que se muestre resistencia y pocos o nulos avances, o que la fuerza de la sintomatología autolítica sea importante, es preciso combinar la intervención psicológica con otra de tipo psiquiátrico; siendo necesaria en ocasiones o prescripción de psicofármacos, siempre protegiendo la interacción madre-bebe, y no rompiendo la unidad (aunque vigilemos).
Especial atención tenemos que tener con la lactancia materna; sabemos que es un factor protector de la depresión posparto, Y que, según refieren muchas madres, es el momento que les proporciona vínculo conexión y sentimientos de realmente «si estar haciendo algo por su bebé»; en este sentido debemos apoyarla si así lo desea la madre, y facilitarla; sabiendo que aún y sometidas a tratamiento con psicofármacos, la lactancia puede continuar, ya que la mayoría de los fármacos son compatibles con ella.
Podemos concluir, entonces, que la depresión posparto es una entidad de suficiente gravedad como para no ser absolutamente considerada ya durante la gestación; que sus consecuencias afectan no solo a la madre si no también al bebé; y que puede tener inicio ya en la etapa perinatal.
Es posible actuar de manera preventiva y sobre todo es urgente considerar los factores de riesgo que puedan estar presentes, a fin de realizar valoraciones tempranas. En las consultas de embarazo y en las de posparto, las matronas pueden emplear instrumentos como la escala de Edimburgo, que proporcionarán un cribado excelente que guíe posteriores derivaciones a unidades especializadas.
Cuidar la salud mental de las madres es necesario, es un ejercicio de cuidado de generaciones actuales y futuras.
Jesica Rodríguez Czaplicki
Psicóloga G2888
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