El día 25 de noviembre se celebra de manera informal desde el año 1981 como el Día Internacional de la Erradicación de la violencia contra la mujer, conmemorando el asesinato en 1960 de las tres hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), opositoras a la dictadura de Trujillo.
Ya en el año 1993 la Asamblea general de la ONU emite la Declaración para la Eliminación de la Violencia contra la mujer, definiendo este tipo de violencia como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.”
Así posteriormente, el el año 2000 la Asamblea General de la ONU adopta una resolución dictando el día 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, con esta se da un paso al frente en la concienciación e invita a gobiernos, organizaciones internacionales y a ONG a poner medidas frente a esta cuestión y desarrollar y coordinar actividades con esta fecha, a fin de lograr una mayor conciencia en la sociedad.
La violencia contra las mujeres está presente en todo el mundo y sus manifestaciones se producen a diferentes niveles, incluyendo daños físicos, psicológicos y/o sexuales.
Citando a la propia OMS, podemos destacar entre otros:
- Una de cada tres Mujeres han sufrido Violencia física o sexual.
- Un 38% de las muertes de las mujeres son infligidas por sus parejas.
- La violencia puede afectar a la salud física y sexual de las mujeres.
Y entre este marco de violencia; hablando de la violencia sexual, hablaremos de la Violencia Obstétrica; que muchos pretenden negar y callar, pero que ya ha quedado de manifiesto y recogida en varios informes de la citada organización; siendo el último publicado este mismo año, y considerado como un hito histórico y de enorme trascendencia en el adecuado cuidado de la salud sexual, reproductiva, perinatal… tanto a nivel físico como psicológico.
En las 26 páginas de este informe, Dubravka Šimonović, Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer de Naciones Unidas, deja constancia de la violencia y maltrato que sufren las mujeres durante la atención al parto.
Que la violencia obstétrica sea considerada por una entidad como la ONU, es de gran importancia; así, se reconoce el maltrato que vienen sufriendo desde hace años las mujeres en la atención a su embarazo y parto, y otros cuidados referidos a su salud sexual y reproductiva; se da voz y forma a una situación que genera importantes secuelas en las mujeres, secuelas que van más allá y afectan también a sus hijos e hijas; pues las consecuencias a nivel de salud mental perinatal son altamente importantes.
Cuestiones como las cesáreas injustificadas, la sinfisiotomía, las episiotomías rutinarias, o la práctica de maniobras de Kristeller, las suturas tras episiotomías con «algún punto de más«, los procedimientos de inducción con oxitocina de forma excesiva, el abandono de algunas mujeres duranre sus procesos de parto, las burlas y comentarios hirientes e infantilizadores, además de las esterilizaciones forzadas y por supuesto la falta de respeto en la atención o el obviar el consentimiento informado, salen a relucir en este informe, que hace un recorrido sobre todas las prácticas que atentan a la salud e integridad de la mujer en un momento tan importante, y que según el citado documento tienen su base en una sociedad y medicina patriarcal, las escasas y malas condiciones de algunos trabajadores de la salud y las desiguales relaciones de poder que impiden en muchas ocasiones a las matronas realizar adecuadamente su trabajo.
Son muchos los testimonios que escuchamos en consulta de mujeres que se han sentido violadas, ninguneadas, que han desconectado de su parto al sentirse en un riesgo y peligro que les paralizó, que consideran que sus partos han sido robados, a las que no se les ha escuchado y sobre las que se han realizado procedimientos sin su consentimiento, y lo que es peor, sin su conocimiento.
Sabemos que un parto traumático tendrá secuelas en la salud mental de la mujer, pudiendo presentarse un trastorno de estrés postraumático, con dificultades en la vinculación y vivencia de la maternidad, llegando a tener como consecuencias una tocofobia. Resolver estas cuestiones no es tarea sencilla, y sus efectos se verán a medio, corto y largo plazo.
Así mismo, sabemos que también existe el estrés moral, ya definiendo por Jameton, como esa situación en la que las profesionales de la salud se encuentran en una disonancia entre lo que les «hacen hacer» y lo que es ética/moral e incluso médicamente correcto hacer. Cuestión que muchas matronas (en mayor medida) y otros profesionales, señalan como asunto que les genera un notable malestar y que incide negativamente en su vida profesional y personal.
Así, este 25 de noviembre miremos a la violencia contra las mujeres en todas sus manifestaciones, y no obviemos la Violencia Obstétrica, una forma más de Violencia de Género.
Jésica Rodríguez Czaplicki
Psicóloga G2888
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