A propósito del TDAH

Ayer, 13 de Julio se celebraba el Día del TDAH, un trastorno que, por mucho que algunas personas se empeñen en negar, SI existe, y causa un gran malestar a quien lo padece, pero también a quien está cerca.

Antes de nada decir que el TDAH existe, y tanto que lo hace, siendo un trastorno de origen cerebral con consecuencias a nivel conductual, familiar, emocional, académico, social entre otros; por mucho que algunos no cesen de decir que es una «enfermedad inventada» (ya errando al principio al definirlo como enfermedad), un «negocio de las farmacéuticas» (no negaré que ha habido un abuso de la medicación; pero eso no resta entidad al trastorno), una falta de paciencia con los niños, etc.

Empecemos por definir que es el TDAH, y en este sentido aludiremos en primer lugar a que se trata de un

Trastorno: es decir, el Tdah supone una alteración o disfunción del estado «normal» de quien lo presenta.

Déficit: en el TDAH apreciamos un déficit una disminución muy marcada de la capacidad atencional.

Atención: dificultad para mantener la atención en una tarea.

Hiperactividad: necesidad de movimiento excesiva, que no es congruente con la edad, desarrollo y situación en la que se encuentra la persona.

Es necesario nombrar también la Impulsividad, no son capaces de detenerse antes de emitir una respuesta.

Todo esto se traduce en una importante alteración conductual con una base orgánica, y que a menudo lleva a grandes frustraciones, ya que el desconocimiento real del TDAH conduce a retrasos en diagnósticos o diagnósticos erróneos, incomprensión por parte de muchas personas, etc.

Podemos encontrarnos con que la persona con TDA-H presente una combinación de dificultad atencional e hiperactividad (TDA-H subtipo mixto o combinado) o que por contra las manifestaciones sean más marcadas en la esfera atencional (predominantemente inatento) o que se aprecien en la impulsividad (predominantemente impulsivo).

Es importante tener en cuenta que el TDAH es algo más que un niño despistado o un niño movido, que los síntomas ocurren más allá que en un escenario (colegio, pero también en cualquier otro ámbito de la vida diaria) y acaban causando un gran malestar, que muchas veces conduce a estados de ansiedad, depresivos, aislamiento;…

Se trata de niños y niñas que en ocasiones y hasta que llegue el diagnóstico, son tildados de vagos, de incompetentes, maleducados, incluso a veces agresivos, lo que se les regala una etiqueta que es muy difícil quitar, y que acaba por minar su autoestima, que acaba por llevarles a verse menos capaces, pese a que muchos son realmente talentosos.

No se sabe exactamente cuál es el origen del TDAH aunque se está avanzando muchísimo en este campo; pese a ello si sabemos que hay una alteración en al corteza prefrontal del cerebro que es la encargada de las funciones ejecutivas; además de diversas disfunciones en la conectividad de distintas áreas, posiblemente por disrregulaciones de la dopamina. Esto se traduce en importantes problemas en la inhibición, organización, control, etc.

Lo que es realmente preciso en el TDA-H es la adecuada intervención multidisciplinar y multimodal, pero aún más importante es el adecuado diagnóstico. En este sentido es preciso señalar varias cuestiones:

  • Pese a que muchas veces desde centros escolares o los propios padres buscan un diagnóstico lo más temprano posible; hacerlo antes de los seis años es un error.
  • Es preciso realizar una completa y buena valoración del niño/a, considerando diversos aspectos, entre los que se encuentran los cognitivos, relacionales, emocionales, familiares…
  • El diagnóstico del TDA-H es CLÍNICO, es decir, se apoya en los síntomas y una adecuada observación. No existe una prueba unívoca específica para su detección, aunque algunas puedan ayudar a ver el funcionamiento cerebral, y otras como tests o cuestionarios puedan hablar de riesgo o de modos de ejecución SIN SER DIAGNÓSTICAS (hablo de escalas como la Conners, o tests como el Divisa o el D2). Nunca se ha de valorar un TDA-H únicamente en base a una de estas pruebas.
  • El diagnóstico ha de considerar muy bien los diferenciales. Muchas veces otro tipo de problemas y/o trastornos psicológicos en la infancia cursan con síntomatología que implica inatención o impulsividad; tal es el caso de el niño con ansiedad, depresivo, etc. Un cambio de domicilio, la muerte de un familiar cercano, un divorcio entre los padres,…, puede traducirse en síntomas que simulen un TDAH
  • Es imprescindible considerar también factores orgánicos, y otros cuadros tales como posibles epilepsias, trastornos del sueño, etc…TEA o retrasos cognitivos
  • La EDAD, factor crucial, ya indiqué que un diagnóstico antes de los 6 años es como mínimo arriesgado, debido a la inmadurez propia a estas edades; pero también es preciso considerar otras cuestiones en torno a la evolución y manifestación del TDA-H. Así en niños Muy Pequeños (infantil) tendríamos dificultades en el patrón de sueño, resistencia a las normas y baja tolerancia a la frustración entre otras, pero estas características hay que considerarlas con suma cautela, pues pueden ser perfectamente propias de la propia etapa evolutiva. En niños de primaria destacan las dificultades escolares, le cuesta organizarse en las tareas, retener aquello que estudia y aprende, suele despistarse y olvidar cosas, pierde o no cuida el material… en estas edades a veces apreciamos dificultades para hacer o más bien mantener amigos, y en ocasiones estallidos conductuales. En la adolescencia son frecuentes los fallos académicos, las dificultades sociales, que inicien conductas que lleven a búsqueda de sensaciones (beber o fumar, por ejemplo), y conductas delictivas, además de presentar una muy pobre autoestima. Al llegar a la vida adulta, la persona con TDA-H puede tener grandes problemas en el mundo laboral, sufrir diversos accidentes, tener conductas adictivas, y pobre autoestima con escasas relaciones sociales.

Una vez realizado el diagnóstico del TDA-H es imprescindible comenzar con una buena intervención, que considerará al niño, pero también a familia y centro educativo; de tal manera que todos ellos estén implicados con un papel protagonista.

  • Es necesario recordar aquí, que como trastorno que es, el TDAH NO SE CURA, pero si las intervenciones llevan a generar estrategias efectivas que ayuden a la persona a desarrollar con más facilidad y ajuste su vida diaria. Mejorar su autoestima, reducir las conductas de riesgo y lograr un mayor ajuste personal y social. Así el tratamiento muldimodal contará con:
    • Intervenciones psicoterapéuticas. Tanto a nivel individual como familiar, psicoeducación…
      Intervención psicosocial y pedagógica encaminada a mejorar el ajuste, apoyos a la persona afectada, orientación a sus padres…
      Intervención educativa: realizando todos los ajustes en el currículo que sean necesarios (adaptación al material en el acceso o Presentación, exámenes, apoyo en él aula, etc).
      En ocasiones, y siempre como último recurso, es necesaria las terapias farmacológicas.

    Es indispensable considerar a la persona en su individualidad y en su momento evolutivo, teniendo en cuenta su red de apoyo familiar, además de sus circunstancias sociales y académicas. Además de considerar las estrategias para mejorar las funciones ejecutivas, atencional es, mnésicas, es imprescindible atender a su estado emocional y ajuste personal y social, ya que las continuas dificultades, la falta de comprensión, los ocasionales (o frecuentes) problemas escolares, les llevan muchas veces a sentir que no encajan, que no pueden, llegan o son válidos, generando una indefensión y un estado de ansiedad y/o depresivo importante.

    Para finalizar, quedémonos con otros aspectos del TDAH, su espontaneidad, curiosidad, creatividad… empleemos estas cuestiones como puntos fuertes donde agarrarnos y agarrarles, mostrando a estos niños y niñas más que sus dificultades, sus capacidades… no se trata de qué es lo que no puedo hacer, si no de ver Hasta donde puedo llegar.

    Jesica Rodríguez Czaplicki

    Psicóloga G2888. Psicopedagoga

    Para saber más

    Fundacion ingada

    Página de María José Más. Neuronas en crecimiento

    Fundacion CADAH

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