Humanizar, según la RAE:
- tr. Hacer humano, Familiar y afable alguien o algo.
- prnl. Ablandarse, desenojarse, hacerse benigno.
En el contexto sanitario, Humanizar es realizar un abordaje integral de la persona, considerando sus aspectos biológicos, psicológicos, conductuales y sociales. Es decir, realizar un abordaje holístico.
Entendiendo así la asistencia sanitaria, los aspectos psicológicos, emocionales y sociales tendrán y recibirán la misma importancia y atención que las necesidades físicas. No se trata solo de «curar» la enfermedad, si no que va más allá; se entiende y pone el acento sobre la necesidad de que la asistencia sanitaria permita hacer a las personas partícipes de manera proactiva en la toma de decisiones y cuidado de su salud, favoreciendo y creando un ambiente que favorezca la vida sana a nivel físico, emocional, social, conductual.
Se trata pues, de acciones que quedan más allá del «buen rollismo», que no se quedan en actuaciones visuales y llamativas, es mucho más que ser amable y emplear palabras cálidas, de hacer una campaña y ponernos una bolsa de ostomía para una foto o un pulpo de ganchillo en una incubadora, un lazo rosa o amarillo… si no que se trata de un continuo de actuación diaria que tiende a la excelencia no solo en la aplicación de medidas y medios técnicos, si no en la calidad de los cuidados a nivel integral.
La persona cuando enferma, cuando está atravesando un proceso que atañe a su salud y bienestar físico, está sometida no sólo a las consecuencias físicas derivadas de su propia situación, si no a un gran estrés mental y a menudo psicosocial, encontrándose en una situación de vulnerabilidad, ante la cual la respuesta técnica es imprescindible, pero las cualidades humanas del que cuida, son básicas.
Y por qué hablar de HUMANIZACIÓN en estos tiempos?, porque los medios tecnológicos, la búsqueda de la excelencia y los avances en la parte técnica de la salud, han ido alejando a ésta de la persona; el cuidado de la salud ha derivado hacia una cosificación de la persona, haciéndole perder sus rasgos personales individuales, dejando a un lado aspectos emocionales, fragmentándolo y haciéndolo su enfermedad o proceso sanitario, más que la persona que enferma o que está en un seguimiento médico.
La tecnología es necesaria, útil, permite llegar a lo que antes no habíamos llegado, detectar precozmente lo que antes no era detectable, sanar lo que antes no tenía cura. Pero más allá de la tecnología y el dominio de los medios técnicos, hay otra cuestión urgente y necesaria, el dominio de la técnica humana, base de la relación de cuidados, de ayuda, y el adecuado sostén a aquellos que la proveen.
Aunque se trata de una cuestión que cada día cobra más fuerza e importancia, no es un tema nuevo, ni una moda; mucho menos que eso, es un concepto que ya aparece en tiempos tan remotos como los del juramento hipocrático que plantea la importancia de conservar la humanidad:
» En cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos; me libraré de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitaré sobre todo la seducción de mujeres u hombres, libres o esclavos».
Ya en tiempos mucho más recientes, y en España, podemos considerar que nuestra constitución reconoce en el artículo 43 el derecho de los ciudadanos a la protección de la salud.
En el año 1984 el INSALUD elabora el Plan de Humanización de la asistencia sanitaria que sirve de impulso a la carta de derechos y deberes del paciente, y desde la fecha, han sido varías las Comunidades Autónomas e incluso centros sanitarios específicos los que han ido elaborando y desarrollando planes de Humanización de la Atención y Cuidados.
Pero más allá de aspectos puramente teóricos, es preciso hacer una mirada crítica sobre que implica realmente HUMANIZAR los cuidados.
Sin duda los avances técnicos y científicos en el campo sanitario son enormes y de gran importancia para la restitución y la vigilancia de la salud; avances que han venido acompañados de una mayor esperanza de vida y calidad de la misma; pero que a la vez han traído consigo y de la mano de esta tecnificación, un alejamiento de la visión holística de la persona, alejándose de esa visión de la salud que la propina OMS reconoce en cuanto a bienestar físico, emocional y social.
Se ha ido cambiando, pasando de la atención centrada en la enfermedad hacia una atención sanitaria centrada en el paciente; pese a este importante cambio de enfoque, lo realmente deseable y esperable es hablar de una atención centrada en la persona; bajo unos pilares básicos de los que destacaré:
- Respeto a la intimidad y autonomía de la persona (paciente).
- Comunicación adecuada entre profesionales y pacientes.
- Gestión y aceptación de las emociones tanto de los y las pacientes como de los y las profesionales.
- Cambios de comportamientos y actitudes de profesionales y pacientes.
En última instancia, lo que se persigue es un cambio actitudinal y estructural que permita una atención mejor y más cercana, en la cual el paciente es no sólo el centro de los cuidados, si no parte activa y protagonista de los mismos ya en l toma de decisiones.
Analicemos detenidamente cada uno de estos aspectos:
– Respeto a la intimidad y Autonomía: es más que no abrir una puerta sin preguntar, es más que estar en una habitación en la que ni personal ni familiares de otra persona irrumpan. La intimidad se refiere a la identidad de la persona como única, y la adecuada vigilancia de la confidencialidad de sus procesos, datos, pruebas…
Por otro lado las personas debemos tener autonomía en nuestros procesos de salud y enfermedad, es decir, tenemos el derecho a decidir sobre las pruebas y tratamientos que se nos practiquen y apliquen, basándonos en la información clara y objetiva que se nos brinde.
El consentimiento informado es, precisamente, el documento que vela porque esto sea así. Esta información que se nos brinda debe ser realista, comprensible, los sanitarios deben asegurarse de que la hemos comprendido en todos sus aspectos, de tal manera que nuestra decisión pueda ser realmente tomada desde una base objetiva.

– Comunicación adecuada: comunicarse es más que intercambiar información, y en el campo de la salud, podríamos decir que la comunicación está aún más bañada por emociones, sentimientos, va más allá de las simples palabras y discurso.
Pocas relaciones pueden ser más íntimas y poderosamente fuertes como la relación de ayuda, definida por Rogers como «aquella en la que uno de los participantes intenta hacer surgir, de una o de ambas partes, una mejor apreciación y expresión de los recursos latentes del individuo y un uso más funcional de éstos”.
Es una relación especial que implica empatía, autenticidad y aceptación incondicional. Y en la cual, por definición, es el usuario quien está en el centro y es sujeto activo de esos cuidados, quién los solicita (por eso motivo no empleamos aquí la palabra «paciente»).
Y es en esta relación, donde la comunicación adquiere un papel protagonista. Una actitud positiva, el uso de la escucha activa es decir, escuchar con oídos, ojos, mente, corazón. Ver a la persona en su integridad, más allá de lo que se percibe frente al sanitario, si no en su interior, quedarse con sus palabras y sus silencios. Aceptando ese todo que es, entenderle, ir más allá; para poder ofrecerle aquella información que realmente necesita y a veces le cuesta demandar. A la vez mostrando que estamos, que acompañamos, que le respetamos.
– Gestión emocional: los procesos de Salud implican un gran componente emocional. En la salud Mental parece que lo vemos más claro por su propia definición, pero en la salud física, las emociones tienen en sí mismas un papel protagonista, tanto en el usuario como en los sanitarios.
La enfermedad atañe más que al cuerpo, es más que el órgano, que la patología física. Cuando una persona enferma, cuando requiere de cuidados sanitarios; su esquema de vida cambia; si hablamos de enfermedades largas, crónicas o graves, aún más claro es ese cambio de vida, de relaciones, de rol.
Durante un proceso de diagnóstico con sus diversas pruebas, durante un tratamiento… el usuario de los servicios de salud se enfrenta a sus miedos e incertidumbres, se llena de dudas y preocupaciones, que en ocasiones pueden llevarles a un desbordamiento.
Tener en cuenta el Modelo Afectivo-Efectivo de Albert Jovell, según el cual se «trata al paciente/usuario como persona, basándose en la evidencia científica e incorporando la dimensión de la dignidad y humanidad del paciente, estableciendo una atención basada en la confianza y empatía, y contribuyendo a su bienestar y a los mejores resultados posibles en Salud».
Cuando hablamos de Salud (y enfermedad) hablamos de afectos y emociones, de sentimientos… no podemos dejarlos al margen. Como tampoco debemos ni podemos dejar al margen a los otros actores de este asunto, los y las profesionales sanitarios, que no llegan carentes e impermeables de estas cuestiones; que también sufren y se alegran, que se angustian y relajan; y a los que el sistema parece no otorgarles un adecuado espacio para su cuidado y gestión emocional.

– Cambios de comportamientos y actitudes: no solo en profesionales; si no también en Pacientes. Entender la Salud la enfermedad como un continuo, en los que la escucha, el conocimiento, la comunicación son básicos. Donde los roles de cuidador activo y sujeto receptor de cuidados pasivo se desvanezcan, dando paso a usuarios activos y conocedores.
Educación sanitaria, escuelas de pacientes… etc son buenos ejemplos de estas prácticas que permiten ese cambio actitudinal.
Mejorar la comunicación tanto horizontal como vertical dentro del sistema, tomando conciencia de la necesidad del autocuidado por parte del profesional.
Lo cierto es que para que se produzcan estos cambios, se necesita algo más que voluntad del profesional y cambio de visión por parte del usuario.
Hablar de Humanización en base a la teoría y sobre el papel es sencillo, pero la aplicación de la misma, el verdadero cambio exige también cambios y recursos a nivel estructural y de políticas y recursos.
Cómo entender la Humanización al margen de los profesionales y la profesionales sanitarios?. Parece que a veces se olvida esta parte del proceso. Profesionales con sobrecarga asistencial, con escasos recursos materiales, con una inestabilidad laboral que asusta, con turnos que impiden cualquier organización personal y mucho menos permiten una conciliación.
Este proceso no puede, no debe no escuchar a los y las profesionales, quienes señalan que entre las mayores dificultades están la falta de formación en aspectos relacionales y comunicativos, la falta de formación y cultura sanitaria de los y las usuarias/os, el alto ratio de paciente/sanitario, el escaso tiempo disponible para la atención, y la falta de medios técnicos, personales y económicos.
Esta claro que si queremos hablar de Humanización, las políticas deben acompañar proveyendo de los recursos técnicos, pero sobre todo humanos necesarios, no podemos hablar de humanizar al margen de unas condiciones humanas de trabajo y atención. Si un profesional no dispone de tiempo, de recursos y no tiene un sistema que le permita cuidarse, la atención se verá mermada y el propio profesional desbordado, desamparado, dañado.
Así que pensemos que humanizar es algo más que bonitas palabras, fotos en campañas, o una sonrisa… humanizar es un cambio que supone un arte:
Del SABER, del CONOCER, del SER, del ESTAR.
Saber la técnica, conocer y autoconocerse, ser auténtico y coherente, estar con y por las personas.
En mis primeros años profesionales me hacía esta pregunta: ¿cómo puedo tratar, curar o cambiar a esta persona? Ahora formularía la pregunta de esta forma: ¿cómo puedo proporcionar una relación que esta persona pueda usar para su propio crecimiento personal?
Carl Rogers
Jésica Rodríguez Czaplicki
Psicóloga G 2888
Referencias
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