La palabra estrés tiene un amplio uso en nuestra sociedad, se trata de un concepto a menudo mal empleado, y aún más mal valorado.
Cuando pensamos en el estrés, la imagen que nos viene a la mente es de una persona agobiada, que no consigue encontrar salida, al borde de la taquicardia, y en una situación claramente negativa. Pero la realidad es que el estrés y, como veremos, la ansiedad; son respuestas normales, adaptativas y necesarias para nuestra supervivencia. Se trata de una respuesta de activación y alerta, que ocurre a menudo y en mas situaciones de las que consideramos, y que en cierto modo son las que nos ayudan a realizar y afrontar con éxito circunstancias y situaciones.
La ansiedad es la respuesta ante ese estrés, que cuando es adaptativa, nos hace poner en marcha toda una serie de mecanismos que nos lleven a luchar o a huir ante el estímulo o situación que consideramos de riesgo (luchar o bien evitar/huir, serían ambas respuestas adaptativas dependiendo del caso). Vista así la ansiedad no sólo no es negativa, si no que aún más, es positiva, ya que nos «mueve a»; se trata de un mecanismo preparatorio, compensatorio y de afrontamiento.
Pero en determinadas personas, y circunstancias, ese nivel de estrés saludable, de ansiedad adaptativa, se sobrepasa, apareciendo verdaderas dificultades y problemas; es cuando comienzan a verse respuestas somáticas que no se corresponden en frecuencia e intensidad a la situación, ideaciones irracionales, respuestas que impiden el desarrollo personal, social, familiar, laboral,…, que causan un malestar clínicamente significativo e interfieren en la vida diaria de las personas. Es en estos momentos donde podemos estar hablando de verdaderos cuadros y trastornos de ansiedad, que pueden manifestarse de diferentes formas, tales como un Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), una fobia específica, agorafobia, obsesiones, etc.
Estos trastornos son cuadros francos, que no remiten de manera espontánea y con el tiempo, si no que en estos casos se requiere de una intervención psicoterapéutica adecuada, por profesionales cualificados; ahondando en el conjunto de la cuestión y en los orígenes del cuadro que pueden remontarse mucho tiempo atrás; no llega con dar estrategias que solo permitan desviar y detener la crisis, sino aprehender estrategias de solución y afrontamiento, conocer por qué de estas respuestas.
Finalmente, no podemos olvidarnos que somos los primeros que debemos conocernos y cuidarnos, proporcionándonos espacios positivos de cuidado, generando situaciones placenteras que nos permitan recuperar un poco el «slow» en una vida agitada y a prisas en las que parece que se nos olvida que la salud ha de empezar por el propio cuidado y su prevención.
Jesica Rodríguez Czaplicki
Psicóloga G2888