
Los niños y las niñas también pueden sufrir depresión. Y lo cierto es que los trastornos depresivos en la etapa infantil generan un gran malestar y pueden llegar a ser tan incapacitantes para los y las pequeños como cuando estos trastornos cursan en la etapa adulta.
Hablar de depresión en la edad adulta es algo bastante común, no nos es ajeno este término ni es inusual conocer a alguna persona que atraviese o haya atravesado un trastorno depresivo, de hecho, en nuestro país y según los datos de las última encuesta nacional de salud, más de un 5% de la población general sufre depresión; hablar de depresión en la infancia no es tan común, aunque las cifras de trastornos depresivos en la infancia ronden una prevalencia de 3-4% en menores de 18 años; siendo el segundo diagnóstico más frecuente tras los trastornos de conducta. Cuando estamos en etapas prepuberales, la depresión se presenta igual en niños que en niñas, pero al llegar a la adolescencia existen diferencias en función del sexo, siendo más frecuentes en el sexo femenino con una razón de 2:1.
Recordemos aquí que tener depresión es algo más que estar triste y decaído, hablamos de depresión y nos referimos a un trastorno franco del estado de ánimo que requiere de atención psicológica adecuada, y en muchas ocasiones psiquiátrica con el correspondiente tratamiento farmacológico.
Sabemos que en el caso de los niños y adolescentes existe una alta conmorbilidad con otros trastornos, es decir, la depresión se presenta asociada a otros cuadros que en muchas ocasiones enmascaran o esconden el trastorno depresivo; así se aprecia que aparece muchas veces junto a TDAH, trastornos de conducta, trastornos de la conducta alimentaria, dificultades del aprendizaje (dislexia entre otros), ansiedad, distintas fobias y la ansiedad por separación.
La depresión en la infancia cursa con una sintomatología específica que lleva a que en muchas ocasiones no sea correctamente detectada y diagnosticada.
El curso y síntomas de la depresión en niños y adolescentes varía según la edad, así nos podemos encontrar a grandes rasgos:
HASTA LOS 7 AÑOS
- Irritabilidad, rabietas frecuentes.
- Llanto incontrolado y sin motivo aparente.
- Quejas somáticas como dolores de cabeza, gástricos,…
- Cansancio excesivo y sin causa aparente.
- Inquietud motora.
- Dificultades para conciliar y mantener el sueño.
Suele asociarse a otros cuadros como encopresis y eneuresis (no control de esfínteres), fobia escolar y ansiedad por separación.
DE LOS 7 AÑOS A LA ADOLESCENCIA
Encontramos aquí diversos síntomas en las esferas somática, conductual y cognitiva y escolar.
- Los síntomas a nivel ESCOLAR Y COGNITIVO, se presentan en forma de bajo rendimiento escolar, dificultad para atender y concentrarse, fobia escolar, problemas de relación con los iguales.
- A nivel EMOCIONAL Y CONDUCTUAL, observamos agitación, irritabilidad, quejas de aburrimiento, incapacidad para disfrutar con actividades que antes eran placenteras, caída de la actividad y autoestima, tristeza, pensamientos de inutilidad y en ocasiones hasta ideas de muerte.
- En cuanto a la esfera SOMÁTICA, son frecuentes las quejas físicas de dolores de cabeza, estómago,…, dificultad para conciliar el sueño o en ocasiones sueño excesivo, pérdida de peso o cambios en el patrón alimenticio.
Finalmente hablamos de la ADOLESCENCIA, donde lo síntomas parecen más potentes y en algunas cuestiones son similares a los de la etapa anterior, aunque aquí aparecen además conductas negatividad y desafiantes, descuido del aseo e higiene personal, escasa o nula preocupación por su imagen, pensamientos despreciativos sobre sí mismos, intentos de fugas, retraimiento social, y en ocasiones pensamientos de suicidio.
Los síntomas de la depresión antes de la edad adulta varían según la etapa evolutiva del niño-adolescente.
Diferentes autores han realizado distintos estudios intentando conocer los factores de riesgo que llevan a que un niño o niña pueda presentar un trastorno depresivo; sabemos que el sexo tiene una una cierta influencia en etapas puberales y adolescentes, en cuanto a los factores genéticos hay controversia, aunque se sabe que en torno a un 20-30% de los menores diagnosticados de depresión tienen un familiar directo con este trastorno. A nivel familiar la presencia de alteraciones en el seno de la familia, problemas de pareja en los padres, alcoholismo familiar o unos progenitores con pensamientos y actitudes negativas pueden favorecer la aparición de estos cuadros.
Finalmente señalar que problemas de salud, la presencia de trastornos del aprendizaje, un TDAH, etc pueden ser factores potencialmente depresógenos. Las pobres y escasas relaciones con los iguales o la dificultad para adaptarse al medio también influyen.
Varios son los factores que ponen en riesgo de sufrir depresión a un menor. Entre ellos podemos citar las dificultades en el rendimiento académico, trastorno psíquicos en familiares, problemas en la relación familiar, abuso de sustancias en alguno de los progenitores, etc.
Por supuesto podríamos hablar de otras cuestiones como abusos o la pérdida de algún familiar, pero estos aspectos merecen una atención aparte.
Así deberíamos considerar varias señales de alarma, que pueden presentar los niños, y que nos llevarían a solicitar atención psicológica:
-
Cambios bruscos de humor con aumento de la irritabilidad.
-
Alteraciones en el patrón de sueño.
-
Cambios en la alimentación.
-
Presencia de quejas físicas sin causa aparente.
-
Disminución de la participación en actividades que antes le resultaban placenteras.
-
Inquietud.
-
Pensamientos negativos sobre sí mismos.
-
Bajada del rendimiento escolar.
Si sospechamos que un menor está atravesando por un estado depresivo, debemos solicitar atención psicológica inmediata, hablando con su pediatra o médico de atención primaria.
La evaluación y diagnóstico de la depresión es eminentemente clínica, si bien existen pruebas y cuestionarios validados; nada proporciona más datos que una buena entrevista y exploración del niño, sus síntomas, antecedentes y situación actual, todo ello en un clima de extremo cuidado, aceptación y seguridad para el menor.
En la terapia psicológica encontraremos diferentes intervenciones según sea la corriente terapéutica del profesional, así nos encontramos con técnicas de terapia cognitivo conductual, terapia interpersonal o terapia familiar y sistémica, en ocasiones la combinación de algunas técnicas terapéuticas también han mostrado eficacia.
Es muy importante que todos en el sistema familiar más cercano del menor participen de la terapia, recibiendo un feedback del terapeuta en las sesiones y realizando diversas actividades familiares específicas.
Cualquier intervención psicoterapéutica en cualquier edad ha de ser individualizada, dirigida a la persona concreta, en el caso del tratamiento de la depresión infantil se añade que ha de incluir al entorno del niño, padres y otros familiares así como el entorno escolar.
No quiero terminar esta entrada sin hablar de aquellos factores que protegen a los menores de padecer un trastorno depresivo, entre los que destacaremos el apoyo familiar, las relaciones positivas entre iguales, la ausencia de conflictos en el seno de su familia, el diálogo positivo y bidireccional con sus padres, la participación en actividades de ocio que le resulten agradables, los estilos de atribución positivos, las buenas habilidades sociales e interpersonales o la práctica de deportes y actividades físicas sin presiones excesivas parentales sobre el rendimiento.
Jésica Rodríguez Czaplicki
Psicóloga. G2888. Psicopedagoga
Referencias:
-
Bonet de Luna, C., Fernández García, M., & Chamón Parra, M.. (2011). Depression, anxiety and divorce in childhood: Practical aspects for the busy pediatrician. Pediatría Atención Primaria, 13(51), 471-489.
-
Bowlby, J. Una base Segura: aplicaciones clínicas a la teoría del apego (1989). Paidós.
-
Bowlby, J. (1993). La separación afectiva. El apego y la pérdida, 2. Barcelona. Paidós.
-
Rodríguez de Cossio, A; Granada Jiménez, O. Trastornos depresivos en la Infancia y la adolescencia. Revista clínica de medicina de familia. 2017 (6).
-
Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Guía de Práctica Clínica Sobre Depresión Mayor en la Infancia y Adolescencia. Madrid. 2018.
-
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders.
-
Méndez Carrillo, F X. El niño que no sonríe. Estrategias para superar la tristeza y la depresión infantil. Ed Pirámide. Madrid 2011.
-
Caballo, V.E. Manual de psicología clínica infantil y adolescente. Trastornos generales. Ed Pirámide.
Un comentario sobre “No sé qué me pasa… pero estoy muy triste. La depresión en la infancia”